21 feb 2012

EL AGRARISMO EN MEXICO

No es el ayer, el pretérito, el haber tradicional, lo decisivo para que una nación exista. Las naciones se forman y viven de tener un programa para mañana.
Cada año el secretario de la reforma agraria conmemora el asesinato de Emiliano zapata depositando una corona de flores al pie de una estatua que hay en Cuautla.
Con ello se renueva la promesa del gobierno de hacer “justicia al campesinado”.
Los viejos campesinos revolucionarios recuerdan todavía las esperanzas que les motivaron y las decepciones que siguieron.
Habían soñado que la expropiación de las inmensas haciendas particulares del valle, les daría prosperidad, pero recibieron en cambio, pequeñas parcelas en ejidos, sin tener los medios suficientes para trabajarlas debidamente.
Y conforme las nuevas oligarquías industriales fueron creciendo en las ciudades, su revolución campesina fue cayendo en el olvido y sus familias quedaron atrapadas en la pobreza.
A pesar de los grandes esfuerzos que se han realizado, el irremediable atraso de los pueblos campesinos de México, es testimonio del fracaso del modelo agrario sostenido por nuestros gobernantes.
Este modelo prometía que todas las grandes haciendas particulares serian expropiadas; sin embargo, gran parte de las tierras mejor irrigadas siguen estando en manos de latifundistas.
Ahora bien, la tenencia de la tierra es el destino histórico de México, cualquier cambio de fondo en la posesión o propiedad de la tierra, repercute directamente en el destino histórico de la nación.
Por ello, no solo debemos hablar de producción, productividad y eficiencia que tienen resultados económicos, sino también de una cultura ancestral: cultivo de la tierra o labranza de la parcela.
Estas palabras señalan una diferencia profunda, pues de la relación hombre – trabajo – tierra emanan sentimientos, actitudes y conductas especiales que se dan entre los hombres del campo.
Esta realidad se puede observar con mayor detalle si se compara el trabajo del campesino con algún obrero.
Este último tiene jornadas de ocho horas; su relación con la maquina establece una actitud de observación y actuación sobre ella. Al termino de su jornada laboral el obrero no desea recordar su trabajo, ni pensar en su máquina.
Por el contrario, el campesino trabaja sin horario, de sol a sol, y cuando termina su labor, aun en su casa, no deja de pensar en su parcela y en las cosechas que producirá su cultivo. Esto es cultura, no economía.
Han sido intensos los problemas agrarios que se generaron en el siglo XX, los cuales deterioraron la producción agrícola y el reparto de la tierra a quienes tenían derecho de recibirla y sabían cómo trabajarla.
Las trampas agrícolas, la demagogia, el paternalismo, la corrupción, la burocracia, la falta de apoyos crediticios adecuados y oportunos, la carencia de tecnología y la falta de preparación de nuestros campesinos, estancaron el desarrollo de la estructura agraria. Todo ello ocasionó el abandono de las tierras y la emigración del campo a la ciudad.
Hablar sobre la problemática agraria de nuestro país, es un asunto de muy difícil resolución. La realidad, es que más de un millón de campesinos dieron su vida en la revolución de 1910, para que el pueblo de México viviera con libertad y dignidad.
Esta, no debe depender de la cantidad de tierra que posea, sino de su individualidad, de su conciencia de ciudadano, de su libertad para trabajar, del ejercicio de sus derechos constitucionales, del sagrado derecho de vivir con seguridad, bajo la custodia de un techo firme, con la tranquilidad de que sus hijos tendrán todas las oportunidades para educarse y buscar su felicidad.
Si un hombre ama la tierra y la trabaja, debe ser suya. La tierra no debe ser un anillo que se hereda, sino un derecho para producir.
No deseamos que el campesino sea considerado como un ciudadano de segunda: sin seguridad social, sin educación, sin un empleo con sueldo decoroso, protección sindical y salud para todos.
Ya lo ha comentado con sabiduría el diputado Gerardo Sánchez García, dirigente de la Confederación Nacional Campesina.
Necesitamos que el campo se transforme como un sector de oportunidades, generador de empleos, de combate a la pobreza ancestral, de desarrollo y competitividad, privilegiando el mercado interno y entender la globalización como un complemento a la oferta interna.
Es así como entendemos la reforma profunda al campo. Es concebir el sector primario del país como estratégico, como garante de nuestra soberanía alimentaria: Como detonador de nuevos modelos para aprovechar de manera sustentable los grandes recursos naturales que posee nuestra nación.
El campesino, el hombre pobre de México, no conoce de trámites administrativos y burocráticos, requiere acción positiva y dinámica que los saque de su postración ancestral.
Debido a ello, en décadas recientes, como estrategia para la supervivencia, millones de campesinos sin tierra y esperanza, se han ido a vivir, de manera permanente a zonas urbanas en busca de empleo, de escuelas dignas para sus hijos, de instituciones de salud, etc.
La mayor parte de ellos, se introducen ilegalmente a Estados Unidos, afrontando mil peligros, en busca de una oportunidad laboral.
La pobreza crece y el campo se extingue por falta de un verdadero extencionismo con profesionales de todos tipos, dispuestos a entregar con energía renovada el apoyo técnico esperanzador que las comunidades nacionales necesitan.

Es lamentable y un desastre nacional, que el ingreso de la gente ha caído en un 14% y que existen en nuestro país más de 50 millones de pobres, y de ellos, más de 50% se encuentran en el medio rural y en comunidades indígenas.
Es inconcebible que una nación como la nuestra que tiene 22 millones de hectáreas sembradas y 11 mil kilómetros de litoral, el producto interno bruto agropecuario apenas represente poco menos que el 4% del PIB nacional.
La política del gobierno actual ha sido restringir el financiamiento y retrasar la aplicación de los recursos públicos.
No existe una política adecuada de respaldo a la producción y fomento al comercio a precios justos; el sector se encuentra en total abandono y rezago.
Parece que es intencional aumentar la dependencia alimentaria y hacer con las importaciones de alimentos – como lo comenta Alejandro Luna – un descomunal negocio nada transparente.
El presidente Calderón vetó con ligereza e irresponsabilidad los 10 mil millones que se le solicitaron con urgencia diputados y gobernadores para apoyar y salvar a unos 8 millones de campesinos que sufrieron la destrucción de sus siembras debido a las sequias y heladas en 20 estados de la República.
Se trata pues, de que la producción agrícola mexicana se termine, precisamente para que se tengan que importar cada año y cada vez más productos agrícolas y pecuarios de Estados Unidos y de otros países, y que algunos vende patrias hagan colosales negocios inconfesables en perjuicio de la nación.
Tenemos que estar conscientes que la crisis alimentaria que existe en nuestro país puede propiciar en el corto plazo catástrofes sociales impredecibles sino se atiende con aplomo e inteligencia.
La tierra no solo se trabaja con las manos, sino también con inteligencia, con imaginación, y con talento.
El próximo gobierno republicano deberá darle forma a una nueva Institución Federal dirigida por hombres inteligentes, nacionalistas y honorables, que ahora sí, coadyuven a que la tierra produzca, sin que ella sea pretexto para esclavizar, para explotar, para someter o abusar de nadie.



Estrategia Política Nacional

MEXICO PATRIA NUEVA A.C.

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